sábado, 15 de mayo de 2010

Canción de lo cotidiano

Ya volvió a caerme la noche encima. Como una gota de aceite escurriéndose por la aceitera. Dejándome vivir en la escalera, debutando tras tus ojos uniformados y unas fotos en blanco y negro.

Un millón de gotas también se escurren al otro lado de la ventana pero seguimos enteros. Dejando las celebraciones para las multitudes que llenan los bailes improvisados, los que quedan congelados por fusiones de almas en busca de impopularidad austera. Ataques a la última vez que cerramos la puerta y las mudanzas que corresponden.

No me acostumbro a este vacío y tiemblo; como una espiga de trigo en un campo de viento, tiemblo. Como un sueño despierto siento sudores y necesito aire. Aquel que venía de detrás del McKay, aquel que soplaba desde la Antártida. Mirar al cielo y ya no verte. ¿Quién me tapó los ojos ante lo inevitable?, ¿Quién te dijo que iba a echarte de menos? Es cierto que ya no soy el mismo: ni voy cazando estrellas, ni espero encontrarlas en tus ojos.

Como parte de un recuerdo guardo también la canción de lo cotidiano y para despertarme cerca, miro con nostalgia la puerta de una tienda imaginaria, donde nadie ofrece ya un coca té por las mañanas y ningún reloj, en su sano juicio, marca ya la hora del despierto.

Ya no navego de noche en busca de ojos, ni gambiteo por las calles a los pies del “Gran Capitán”. ¿Te he dicho alguna vez que nunca he estado tan al sur del mundo? ¿Dónde están ahora mis amigos del frac?, ¿y Miguel y sus pesados consejos de sabelotodo?, ¿y Lucila y sus mates?, ¿y aquel bravo magallánico que se bañó en el río helado?, ¿y los compañeros de cuando todo tembló?, ¿y yo?

Cambian los cuadros pero los sujeta siempre la misma pared. Cambian las caras pero no la función, ni los estandartes que representan. Cambian las personas, y desnudas, con cara lasciva, buscan la espalda de la ingenuidad y por última vez, seremos suplentes del relevo que nos ofrece la vida. Mientras, va pasando el tiempo y nos cuenta, con un acento raro, cuan evidentes fueron nuestros pasos. ¿Por qué no continuamos?