sábado, 17 de julio de 2010

La carta

Tengo una carta robada a la noche. Llegada de un silencio, de un suspiro moribundo de infinita tristeza. Llegó poco a poco, reposando en los tejados humeantes con olor a invierno. Desfallecida y oyendo mi guitarra se dejó caer para acostarse entre mis manos.

Tengo una carta robada a la noche y, posiblemente, está preñada de glorias y consecuencias. Quizá por el camino se haya impregnado también de algún sueño ajeno. Reposando entre mis dos manos no quisiera despertarla... parece tan frágil... parece estar tan llena de placer y dolor... quizá nos vayamos lejos de este mundo cruel, donde los días dejen de ser simplemente otro día solitario.

También podría estar llena de esperanzas, de caminos para siempre más caminar. Un sendero iluminado entre la oscuridad que conduzca al lugar donde vivir la vida con ella. Plantaríamos un jardín de besos, de miradas y caricias y su olor me llevaría lejos, especulando sobre quién la escribió, aunque se que fuiste tu. La apretaría contra mi pecho y la miraría lleno de amor. Envejeceríamos juntos, con dignidad y pasión. Yo cada vez más arrugado y ella cada vez más amarillenta.

Y en mi muerte volverá a acurrucarse entre mis manos y mi último suspiro moribundo la hará de nuevo volar, hasta perderse en el mar... Pero nunca la abriría, ¿Qué sería de mi alma si no viniera de ti?