viernes, 24 de diciembre de 2010

¿Y si te beso?

¿Qué pasaría si te beso? Si aprovecho ese momento en que nos miramos y nuestras bocas están cerca, entreabiertas a pocos milímetros... si antes de llegar a que se toquen, te agarro firme  mientras mis pulgares acarician tus mejillas. Si ahora, ya con la cabeza algo inclinada, rozaran nuestros labios levemente, sintiendo cada segundo como si fuera un mundo, como si quisiéramos perpetuar el momento que inevitablemente llegará. Si, finalmente, tú me rodeas con tus brazos, agarrándome desde atrás por los hombros y yo con una leve presión acabo de provocar el encuentro; ahora sí, nuestros labios se tocan, se humedecen y se recrean mientras dejamos bailar nuestras lenguas.

¿Qué pasaría si te beso? Si mientras nos saboreamos intensamente empezáramos a apretarnos más y más. Si las caricias se fueran extendiendo por tu cuello, por tus hombros, por tu espalda... lentamente de arriba a abajo. Si, una vez en tu cintura,  te aprieto fuerte contra mi y subo... acaricio tus costillas y suavemente tus pechos. Si no dejáramos de besarnos cuando me rodeas con tus piernas: yo sentado en la cama y tú sentada encima de mi.

¿Qué pasaría si te beso? Si, mientras el pulso de acelera, nos besamos hasta acabar exhaustos de besos...

¿Qué pasaría si te beso?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Mandala (Khil-Khor)


Existen varios tipos de mandalas empleados para diferentes propósitos. Por un lado, están los mandalas elaborados o visualizados “como una tierra pura de Buda”, los cuales se ofrecen a los seres iluminados y/o a los maestros espirituales con la intención de acumular méritos. Otro tipo de mandalas son los que se utilizan durante una iniciación tántrica, en donde el mandala representa la residencia del Buda relacionado con dicha iniciación y el maestro introduce al discípulo en el significado del mandala como parte del ritual. Los mandalas de arena pueden elaborarse a petición de la comunidad con la intención de pacificar desastres naturales, traer paz y armonía a un lugar determinado y sus habitantes, como una bendición durante un retiro de meditación...

En general, todos los mandalas tienen significados externos, internos y secretos. En el aspecto exterior representan el mundo en su forma divina, en el interior, un mapa mediante el cual la mente ordinaria puede transformarse en la experiencia de la iluminación, y en el aspecto secreto muestran el perfecto balance primordial de las energías sutiles del cuerpo y la dimensión de la clara luz de la mente. Se dice que la creación de un mandala de arena purifica en estos tres niveles.

En general los mandalas de arena se construyen sobre una superficie plana de madera. Antes de comenzar su elaboración, se hace una ceremonia para consagrar el lugar invocando a los seres iluminados como testigos del trabajo meritorio que se llevará a cabo y se pide permiso a los espíritus dueños de la tierra para que no obstaculicen el trabajo.

Una vez terminada la ceremonia, se comienzan a trazar con gris las líneas que servirán como guía para colocar la arena. Todo esto se aprende de memoria y está basado fielmente en las escrituras budistas; no hay espacio para el error o la improvisación. A continuación se empieza a colocar la arena desde el centro hacia las orillas, simbolizando el hecho de que al nacer sólo somos una gota de esperma y un óvulo, y vamos evolucionando hasta que el universo entero se percibe a través de los sentidos. Cuando el mandala está terminado y llega el momento de desmantelarlo, la arena se recoge de las orillas hacia el centro, representando cómo al morir regresamos de nuevo a la fuente primordial en el centro de nuestro corazón.

Cuando la construcción de un mandala de arena se termina, se lleva a cabo una consagración en la cual se invoca al determinado Buda para que permanezca en esta residencia. Se agradece a los espíritus locales por no haber creado obstáculos durante la elaboración y se dedican los méritos acumulados por la creación de un mandala para la sanación del planeta y sus habitantes. Al finalizar dicha ceremonia se comienza a recoger la arena y esto cumple con dos propósitos fundamentales: primero, demostrar la impermanencia de los fenómenos (tarde o temprano todo se termina y el apegarnos a lo efímero sólo nos trae sufrimiento); el segundo propósito tiene que ver con el ideal de querer beneficiar a los demás con nuestros actos y por esa razón se reparte la arena entre quienes presencian la ceremonia de clausura como una bendición, mientras que otra parte de la arena se deposita en un cuerpo de agua como un río, un lago o directamente en el mar, con la intención de purificar el ambiente y a sus habitantes, y llevar esa bendición a todos los rincones de la tierra.

 Las deidades y espíritus locales se complacen y se regocijan, por lo cual mandan sus plegarias para que prevalezca la paz y la prosperidad en esa tierra.


¡¡¡ Sarvamângalam !!!

( ¡¡¡ Que todo sea auspicioso !!! )

Extraido de El Arte de los Mandalas Tibetanos. Breve introducción al arte y significado de los mandalas tibetanos. Por Lobsang Dawa.

martes, 21 de diciembre de 2010

Metadona (o cómo resistir al encantamiento de un poeta maldito)


Indudablemente nuestras vidas se entrelazan, el problema aquí resulta en cómo resistir a lo inevitable. ¿Tienes sudores fríos? quizá ya empezó a actuar un sublime ergotismo, podríamos culpar de ello al centeno. 
Poco a poco los delirios se transforman, nos afligen; ya estamos en sus manos y se encargan de dirigir nuestra vida. Directamente hacia el vacío, hacia un terraplén donde nunca, nunca dejaremos de caer. Todo esto asusta ¿Quién comió del pan maldito? Solamente un poeta.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Mecanismos de compensación

Todo resultaba rutinariamente apacible. La gente andaba por la calle sin demasiada preocupación. Charlaban entre ellos explicando a cada paso sus quehaceres y preocupaciones -Sinceramente Carmen, creo que el Taylorismo cambió sustancialmente nuestras vidas e impulsó la economía mundial como nunca antes se hubiera podido concebir. - Si, si yo no digo que no -respondía Carmen- pero yo coincido con Marx cuando se refiere al Taylorismo como una disciplina "maquinística" para trabajadores no-educados, así que una gran parte de la culpa de las desigualdades sociales actuales se empezaron a forjar con la alienación que produjo este método de organización industrial.- mientras tanto una pareja discutía sobre el estadio del desarrollo piagietiano en el que se encontraba su hijo.

El abuelo contemplaba las vistas sentado en su mecedora, supongo que después de toda una vida pescando en alta mar, una vez retirado, añoraba el vaivén de las olas. Recordaba algunos fragmentos de Hemingway en "El viejo y el mar", también de la epopeya griega "La odisea"; incluso recordó cuando conoció al mismísimo Poseidón.

La abuela vestía las ropas de toda la vida: faldas largas por los tobillos, eran como una cascada negra que nacía de su amplia cintura; jersey de lana verde oliva que, con el paso del tiempo, parecía que le habían salido frutos.

Ella siempre andaba refunfuñando, pero normalmente siempre lo hacía por dos motivos: se quejaba de que el abuelo no hacía nada. Según ella era hasta tal punto un mueble más de la casa, que incluso algún día había tenido la tentación de pasarle el plumero para quitarle el polvo de encima. El segundo motivo era su pizarra. La mayor parte del día se discutía ante ella escribiendo fórmulas que llegaban hasta tal punto de complejidad que resultaban incomprensibles para el resto de los humanos.   - ¡No puede ser! el valor de PbO2 debería ser mayor!! ¡Nunca conseguiré el sabor perfecto!- Traducía estas fórmulas en ingredientes específicos ante un caldero. Pretendía conseguir el valor perfecto de los ingredientes para hacer un potaje excelente y nunca estaba contenta con los resultados.

La calma y la vida se sucedía así en el pueblo. Día tras día, hora tras hora. Nada perturbaba esta apacible cotidianidad.

Un día cualquiera, el abuelo seguía sentado en su porche, la abuela se peleaba con su pizarra y la gente de la calle seguía conversando sobre sus preocupaciones cotidianas; pero algo cambió, de repente algo cambió para siempre en sus vidas. 

Sentía el aire frío en mi cara. Desde allí arriba veía una gran alfombra verde y seguía cayendo. Poco a poco empecé a distinguir algunas formas: la gran alfombra verde se empezó a descomponer en pequeñas unidades o grupos de árboles. También vi claro mi objetivo. Al lado de ese grupo de árboles se encontraban dispuestas de forma irregular un grupo de casas y, conforme me precipitaba hacia el suelo, empecé a distinguir a personas que se movían entre ellas.

El abuelo había salido del porche para estirar un poco las piernas y justo ahí sucedió nuestro encuentro. Le golpeé justo en la frente y me escurrí por la hendidura de su ojo derecho para acabar resbalando por el surco que forma su mejilla y su nariz. Seguí cayendo suavemente, por otras partes de su cuerpo mientras él no podía contener su estupefacción. La abuela corrió hacia la puerta. Al salir de la casa yo ya me había encargado de mojar por completo a su marido, pero también la casa, las calles, el bosque...

Nadie sabía que estaba sucediendo. "¡Podría ser el final del mundo!" comentaban algunos. La abuela corrió hacia el abuelo y también me abalancé sobre ella. En pocos minutos también humedecí todo su cuerpo; la cascada que formaba su falda, ahora pesaba más que nunca. La gente que paseaba por las calles se quedaron sin palabras, nadie podía explicar quien era yo, ni Piaget, ni Marx, ni el Taylorismo... nadie les había hablado nunca de mi y no comprendían.

Poco después, de forma suave, desaparecí. Todos estaban quietos, mirando hacia arriba y empapados. De algún modo todos pensaban en mi, había llegado y me había ido. Sin más, sin aparente motivo. Cuando pudieron reaccionar volvió el movimiento, las dos amigas siguieron andando, -tengo que ir al trabajo y después a hacer la compra- le decía Susana a Carmen- yo compré el otro día un cacharro para cortar las verduras finitas y va muy bien. -respondía Carmen. La pareja seguía discutiendo -yo creo que llora porque le están saliendo los dientes. -¡Pues me tiene harto! no puedo descansar por las noches y después no voy bien al trabajo. 

El abuelo seguía sentado en la mecedora, recordaba la pesca en alta mar y ahora también me recordaba a mi. Omero había desaparecido. La abuela a su vez volvió a su pizarra, descubrió que me había colado por su techo y mojado las fórmulas para el potaje perfecto. De todas maneras daba igual. No comprendía ni una sola letra de lo que había quedado escrito.

No me siento culpable de nada y prefiero no pensar en si sus vidas son mejor ahora o no. Lo que tengo claro es que no todo se basa en la lógica. Pero yo soy la lluvia, no me hagas caso, seguro que Piaget, Taylor, Marx o cualquier otro lumbreras lo sabrán mejor que yo.