miércoles, 6 de abril de 2011

Nunca intentéis cambiar a un Ewok


Sí, lo sé! Ya sé que no debería intentar cambiar a un Ewok y mucho menos pretender que sea un galante caballero de esos que acomodan gentilmente a la dama y piden un Gran Reserva. Los resultados más notorios que he conseguido hasta ahora tienen que ver con la imitación de grandes películas. Conseguí que, después de sesiones ininterrumpidas visualizando al apuesto Caracable, mi Ewok repitiera constantemente "Francamente, querida, me importa un bledo", "Francamente, querida, me importa un bledo".

No digo que no sea un caso sorprendente, pero, sinceramente, nunca pensé que costara tanto. Un día decidí llevarlo a la universidad, pedí consejo a catedráticos y doctores; expertos en didáctica no supieron aconsejarme, las escuelas no están hechas para los Ewoks; los autores más relevantes sobre evaluación no supieron detectar nunca sus necesidades; únicamente un experto en estudios internacionales me comentó que se había intentado algo similar con un Yeti pero acabó en fracaso.

Así que ya os podéis imaginar la situación: mi Ewok con una bella dama en un restaurante, donde el precio del cubierto ronda los 200€. En la silla, un alza para niños debido a su reducido tamaño y con dificultad para sentarse, ya que se niega rotundamente a dejar la lanza en el guardarropía; un trapo harapiento de color marrón en la cabeza que resalta entre esmoquins y pajaritas; la sopa deslizándose por los pelos de la barba; un Gran Reserva y una frase repitiéndose durante toda la velada: "Francamente, querida, me importa un bledo", "Francamente, querida, me importa un bledo".

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